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Columna J

M∴R∴G∴L∴ HUMANISTA HENOCH

Columna B

Supremo Consejo Ave Fénix del Grado 33 y último del R∴E∴A∴A∴ para la Masonería Progresista y Humanista.

La masonería y las ideologías

En Masonería no caben dogmas, estando abierta a todas las actitudes respetuosas con las formas de pensar ajenas. En Masonería existe una vieja fórmula que propugna no tratar de política o religión, salvo para esclarecer a los demás. Esto significa que la Masonería es apartidista y que en ella no se pueden dar "consignas", no se puede tratar de "imponer" ideas, sino "exponer" las mismas. Sería un error considerar que la Masonería es una organización en la que unas conclusiones mayoritarias obligan a actuar social y políticamente a todos, y mucho menos, en la directriz de una autoridad imponga un camino a seguir. Esta forma de actuar sería antimasónica. Sin embargo, nuestra historia y nuestro mundo están impregnados de realizaciones de inspiración masónica. De ahí deducen los críticos de nuestra organización su peso político y su papel como fuente de directrices concretas. Lo que ha ocurrido, lo que ocurre, es que los hombres y mujeres que trabajan con los ideales de Libertad, Igualdad y Fraternidad, llevan, cada uno de una forma libre e individual, esas actitudes y principios a su mundo familiar, social, político, laboral, etcétera. Lo hacen en la forma en que voluntariamente deseen, y con los aspectos concretos que en conciencia decidan. Si, por ejemplo, la fraternidad universal es un principio masónico, no será extraño que la mayoría de los masones se hayan encontrado en primera fila de la constitución de organismos internacionales, de la unidad europea, etcétera. El masón es un ser humano comprometido, las más de las veces, en un proyecto político, social, intelectual, filosófico, etcétera, porque debe ser un ser consciente y responsable al que no le dejan indiferente los demás. La Masonería no es anticristiana, pues muchas Iglesias de esa religión la apoyan y promueven, perteneciendo sus obispos y pastores a ella, de forma abierta. Tampoco cabe decir que la Masonería sea anticatólica, toda vez que en su seno se respetan todas las creencias. lo que sí ha ocurrido históricamente es el enfrentamiento de la Iglesia Católica con la Masonería. La mayor virulencia se da en el siglo XIX, cuando los diferentes estados italianos se unifican en uno, u el Papa ve amenazada su posición como Rey de Roma; en ese momento la Santa Sede reacciona con dureza frente a todas las corrientes que, directa o indirectamente, propugnen los ideales bajo los que se unifica Italia: Estado Liberal, sociedades patrióticas -carbonari, anilleros...-, librepensamiento, etcétera. Una de las condenas más duras contra la Masonería la acusa de pretender la separación de la Iglesia y el Estado -que defenderá el Concilio Vaticano II en el siglo XX-. Las calumnias a la Masonería fueron conscientemente alimentadas con las obras del estafador Leo Taxil (que terminó reconociendo públicamente su impostura), en las que se hablan desde apariciones demoníacas hasta banquetes en los que se devoran niños. Cualquier católico puede, desde el punto de vista de la Masonería, ingresar en ella. Se le exige lo mismo que a las personas de otras creencias o ideologías: tolerancia, fraternidad y desarrollo continuo de si mismo en beneficio de los demás. De lo dicho hasta ahora no cabe deducir que la Masonería pretenda una vuelta atrás, a doctrinas elaboradas en el siglo XVIII. El gran valor de la Masonería radica en que cada masón, cada generación de masones, reelabora la continua y progresiva aplicación de los principios de Libertad, Igualdad y Fraternidad, que no significan lo mismo en el siglo XVIII que en el XX. Nada de cuanto es humano nos es ajeno, nada de cuanto es Universo nos es ajeno, por estar el hombre inmerso en ese Universo como parte consciente y valiosísima del mismo, capaz de comprender y ayudar a mantener la armonía del conjunto. No somos retrógrados cuando tratamos de mantener y estudiar las raíces de nuestra tradición, pues no se puede pretender entender el presente ni construir el futuro ignorando los origines. En resumen, el Templo que pretendemos construir está siempre inacabado, y cada generación de masones aporta una piedra más a la obra común, adecuada a su época y su marco geográfico. 5.- La Masonería no es un grupo de presión. Hemos visto ya que en la Masonería no se dan consignas políticas ni ideológicas, sino que cada cual expone su reflexión ante un problema, sin haber una postura obligatoria para todos. La Masonería no pretende sustituir a otros grupos (partidos políticos, sindicatos, asociaciones de todo tipo), que cumplen su misión y entendemos necesarias para la vida colectiva. En ningún caso se produce una antítesis, siendo plenamente complementarias unas con otras. Si acaso, suele ser bastante enriquecedor para el masón el poder aportar visiones más globales, o aspectos distintos en una cuestión, al llevar adelante su papel en partidos, sindicatos o asociaciones. Otro punto que debe aclararse es la cuestión vertida sobre nosotros de ostentar un poder secreto mediante la mutua ayuda entre masones. En primer lugar, conviene señalar que el deber de todo masón a prestar ayuda y solidaridad a todos los demás, y no solo a los demás masones. Si con éstos le une un especial vínculo de fraternidad, que da al trabajar en el mismo sentido y con los mismos objetivos, ese vínculo debe tener un limite en el sentido de justicia y equidad. Ningún masón está obligado a prestar una ayuda que, en su conciencia, suponga una injusticia o un favoritismo. Por lo tanto, dependerá de su sentido de justicia, y éste debe ser muy alto en alguien que se dice francmasón. Otra cuestión que debe ser aclarada es que nadie está obligado, en Masonería, a dar ayuda si con ello se priva de lo que es necesario para si y su familia. Recordamos que nadie puede dar si previamente no tiene, tanto en el sentido espiritual como en el material. La Masonería no es elitista. Entre nosotros se cuentan personas de diferentes procedencias, niveles, formación y profesión. Partimos de la base de la radical igualdad de todos los seres humanos, de su múltiple variedad que nos enriquece y equilibra. El elitismo social está proscrito en Masonería, y ello se muestra incluso a nivel simbólico en determinadas ceremonias, recordando la igualdad de todos los francmasones, aun ostentando diferentes grados.